¿Cómo nació el microrrelato más famoso de la literatura?
Los amantes de la literatura breve juzgarán que “El dinosaurio” del escritor hondureño nacionalizado guatemalteco Augusto Monterroso Bonilla (1921-2003) es el microrrelato más famoso de la literatura en lengua española y, por qué no, también de la mundial. Esta apenas cuenta con siete palabras y ella reza así: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Pero ¿cuáles fueron las circunstancias de creación de esas palabras mágicas?
Ya Mario Vargas Llosa aseveraba en una entrevista con Cano Gaviria que toda creación artística nace de la realidad, que afirmar lo contrario sería una tremenda estupidez, pues hasta las más fabulosas y fantásticas obras artísticas tienen una conexión con la realidad histórico social: “La realidad lo comprende todo, incluso la misma irrealidad”.
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La historia del surgimiento del microrrelato más famoso de la literatura latinoamericana también comprueba aquella teoría, pese a que parece situarnos en una época prehistórica de dinosaurios. Y, como darán fe los conocedores de esta afirmación, se verá que el breve cuento surgió de la más cercana cotidianidad.
En el libro El último juglar. Memorias de Juan José Arreola transcrito por Orso Arreola, se cuenta que fue en los inicios del año 50, donde el crítico, académico y traductor mexicano autor de Confabulario se alojó por unos meses en el departamento donde vivían los escritores Ernesto Mejía Sanchez y José Durand en la colonia Jalisco. Ahí venían a visitarlos casi diariamente Tito Monterroso, Jorge Hernández Campos, entre otros compañeros del Colegio de México.
Fue que una noche, casi de madrugada, mientras Juan José Arreola dormía en su cama, llegó el inmenso de corpulencia y estatura Pepe Durand y se acomodó en la pateadera, y empezó a contarle sus dolores de amor, cuando el pobre somnoliento solo quería dormir. Vencido por el sueño, el autor de Bestiario se quedó dormido, pero al despertar, Pepe Durand seguía allí, mirándole asombrosamente. Ya de día, le contó el incidente a su compañero de cuarto Ernesto Mejía, quien conocía a Pepito como el Grande. Como buen hombre de letras, Ernesto sentenció la frase: “Cuando despertó, todavía estaba Grande ahí”.
Como sospecharán, los amigos contaron la anécdota a Tito Monterroso, su gran asiduo visitador, quien escribió el mini cuento que todos conocen modificándolo con una potente imaginación. Fue así que el relato brevísimo ganaría poco a poco la fama que tiene en la actualidad. Una de sus grandes menciones aparece en Cartas a un joven novelista de Mario Vargas Llosa, donde el Nobel 2010 reflexiona la trascendencia de esa exquisita creación.
Francois Victor Villanueva Paravicino (Huamanga, 1989)
Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Actual miembro de la Asociación de Escritores de Ayacucho (AEDA). A los 18 años quedó finalista del “I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América: los jóvenes cuentan”. El 2013 fue antologado en el libro Recitales “Ese Puerto Existe”. Muestra poética 2010-2011. El 2017 publicó su primer libro Cuentos del Vraem. Tiene diversas publicaciones literarias en antologías, revistas y diarios. Trabajó como periodista cultural en Ayacucho y actualmente se dedica a leer y escribir. Su poemario El cautivo de blanco es su segunda entrega.