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Ante la crisis, la poesía en 8 Días de Luis Eduardo Ayala

8 días

 

El poeta Luis Eduardo Ayala Pérez (Ayacucho, 1987) en su poemario 8 Días, nos abre las puertas de su fuero interno revelándonos su angustia ante el mundo, su batalla contra los demonios del escritor, donde el sentir del bardo es la metáfora del cuerpo y de la vida de un ser extremadamente sensible. Al final, vence el arte escrito como expresión de la realidad.

Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.

Conversando con el joven creador Luis Eduardo Ayala Pérez, he descubierto a un artista que tiene que lidiar entre ser esclavo de la escritura literaria o estar comprometido con el oficio de la enseñanza y la edición literaria, y entre ellos él magnánimamente ha preferido a los tres; es decir, un tipo polifacético, de gran dinamismo profesional, que no solo se encierra en su burbuja de cristal, como los que predican el “arte por el arte”, sino que él siente el deber de pisar la tierra y obrar por los desafíos de las exigencias de este universo de cielo encapotado.

Pasados mediados de la década pasada, el muchacho que estudiaba Lengua y Literatura en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga (Unsch), vivía entre la bohemia y las exigencias académicas, leyendo a profusión y escribiendo, incluso en esos años fue laureado con un premio de España. Pero de esa época, hubo una donde el placer y la displicencia llegaron al paroxismo: huyó de su casa por varias semanas y se instaló en un bar donde las bebidas alcohólicas, las mujeres, el transcurrir mundano, eran pan de cada día.

Pero después de aquella aventura vital, acabado su dinero y el éxtasis, vino lo peor: la carencia, la necesidad, la intriga, el desencanto, la resaca, el caos; es decir: la crisis existencial. De esa experiencia sentida en carne propia, el poeta empieza a escribir su propia visión, su sentida “temporada en el infierno”, y de ahí nacen estos 17 poemas que conforman 8 Días, que con versos en prosa y libres, con gran vitalidad de imágenes, la voz lírica nos canta el suplicio de su metafísica, de su grito de rebeldía, de la tristeza y fealdad de la añoranza, de sus amores acongojados.

“Había nubarrones en mi cielo personal”, “la realidad es una farsa, una putada”, “el golpe de un dios furioso”, “el eructo de un hoyo negro”, nos dice la voz poética en la primera creación “Un pastel de luto y con muchacha dentro”, en cuyas palabras casi finales sentencia: “seré ceniza incinerada”. Algo que el  Romanticismo nos ha enseñado, es que la Naturaleza, ese mundo exterior a nosotros, puede confabular para ser el espejo oscuro que reverbera las sombras de nuestros esqueletos. El sol es nuestra conciencia, nos dice Luis Eduardo Ayala.

La insatisfacción ante la realidad, escrita con sublime escatología, es un coro que grita: “Ni la mierda de todo el mundo puede/ demostrar mi sensación”. El demiurgo le canta al caracol, al cerdo, a las ansias escasas, al día de la muerte propia, a la presunción de una lluvia por una semana, a la fría cifra, a las impresiones de un día gris, y en todos ellos el poeta se enfrenta a la palabra, a su capacidad referencial y sentimental, al igual que el genio César Vallejo cuando canta: “Quiero escribir, pero me sale espuma, / Quiero decir muchísimo y me atollo”.

El poema penúltimo tiene de título esta nomenclatura de gran frescura: “Camarero… ¡un té de existencia por favor!”, que ya de por sí dice mucho: hay tanto en ese pedido, en esa súplica, en esa valoración exclamativa. Posteriormente, en los versos de la siguiente inspiración (“El títere dentro del títere”), sus alientos rezan: “En fin…muchas veces quise ser, / pero nunca un ser humano. / Me escondía / y perdía en mi propio laberinto, / hasta que vino un día alguien y me dijo/ sé sincero contigo mismo”. No vale mentirnos, afirma la voz, al menos no en la poesía.

En la contratapa del libro, Mari Oliveira (Islas Canarias, España), afirma: “El poeta escribe, ante todo, para seguir viviendo. Por eso muere a cada poema, con el paso de los días y los versos. En 8 Días, Luis crea y destruye su mundo personal, mientras se muestra espectador ajeno ante la vida que sucede ante él, ante su vida sucediendo”.

 Francois Victor Villanueva Paravicino

Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013). Ha publicado el libro de relatos Cuentos del Vraem (2017) y el poemario El cautivo de blanco (2018). Tiene diversas publicaciones literarias en antologías, revistas y diarios. Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa de la UNMSM.