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Cuentos del Vraem, un libro formalmente virtuoso

cuentos del vraem

 Por Urbano Muñoz

El lado oscuro de las selvas del Apurímac y territorios próximos es trabajado por Francois Villanueva en Cuentos del VRAEM (Lima: Ed. Apogeo, 2023). Sus dieciséis relatos tienen como temas recurrentes la prostitución, el conflicto armado interno y sus secuelas, el consumo de drogas y la vida marginal.

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Los protagonistas suelen ser copetineras en bares que también son prostíbulos, mafiosos y forajidos de poca monta, subversivos vindicativos, militares despiadados y menores de edad en busca de iniciación sexual. Antihéroes cuyas historias parecen esconder otra mayor, sutil, de donde proviene cierta sensación de fracaso y soledad que envuelve al libro.

En el primer relato, “El mal exterior”, se narra, vía el enfoque del narrador múltiple, sobre la vida de la prostituta Vatiola y el último de sus amantes. Ella fallece de un mal venéreo, tras una serie de vicisitudes desde que, captada por un rufián en Huamanga, dejó a su familia disfuncional y se embarcó en un agitado periplo por los prostíbulos del VRAEM. Golpeado por la tragedia, él, un marginal que suele frecuentar los Bajos Mundos, zona caliente de la ciudad de Kimbiri plagada de drogadictos, alcohólicos, prostitutas, transexuales y algún que otro poeta maldito, piensa en reencauzar su vida.

“Los gatos lloran cuando se malogran los focos” da cuenta del trágico final de Panamito. Este es el cocinero de un restaurante próximo a los Bajos Mundos; apremiado por la necesidad económica, se hace salteador de carreteras y es acribillado a tiros por un militar que horas antes había degustado satisfecho uno de sus potajes.

“El fin de un mito”, único relato fantástico del libro, trata sobre la desaparición de Jean Danny, pandillero asesino y violador de figura angelical, tristemente célebre en las calles de la Ciudad de las 33 iglesias. Escapando de la furia vengadora del padre de su última víctima, se esconde en la selva, donde termina atrapado por el aterrador Chullachaqui.

El conflicto armado interno asoma en “El sendero oscuro”. Juan Vitrales, con el velado propósito de identificar y punir al mando que asesinó a un hermano suyo, ingresa a las filas de la subversión y se convierte en el “camarada Lince”, tipo sanguinario como el propio terrorista al que odia tanto. Será perseguido implacablemente, torturado y muerto de la peor forma por los agentes del Estado.

El prostíbulo El Refugio, de los Bajos Mundos, es escenario de “Año nuevo”, donde el personaje narrador y su amigo, dipsómanos consumados, celebran el fin del año viejo bebiendo y bailando a todo dar, pero se les ocurre enamorar a la copetinera transexual Nuvie y son desmayados a golpes por su amante.

El relato “La deuda” trata también sobre las secuelas de una fiesta de fin de año en los Bajos Mundos. Uno de los celebradores, apodado Shiro, huye de los mafiosos que lo buscan por el dineral que les debe y al día siguiente se refugia en el templo católico de la ciudad de San Francisco, próxima a Kimbiri, donde es asesinado a tiros.

Otro crimen por ajuste de cuentas es tema de “El forastero”. Khan, joven artista recién llegado que se gana la vida dando espectáculos para las instituciones públicas y privadas en San Francisco, seduce a la bella quinceañera Liana. Esta se fuga con el galán llevándose las joyas y el dinero de su padre. Armado de una carabina, el padre los ubica pronto en una habitación en el paradisíaco Puerto Cocos y ultima a Khan.

“El tío Larry” es un relato evocativo del personaje narrador, un escolar lugareño. Larry, mercachifle de los motejados como vendedores de cebo de culebra, es un tipo simpático y que, pese a las murmuraciones, parece ser alguien decente ante la familia del escolar que le renta una habitación cada vez que llega a San Francisco. En una ocasión, el mercachifle trae a una guapa jovencita, con quien convive hasta que ella lo abandona. En adelante, al tipo se le verá en los Bajos Mundos bebiendo sin tregua, refundido en la degradación completa, dándoles la razón a quienes desde el principio pensaban mal de él.

La ciudad de Huanta es escenario de “El anuncio de la muerte”. Una familia, propietaria de una botica, es extorsionada reiteradamente por un desertor del Ejército, que se hace pasar como senderista. Enterados del hecho, los subversivos caen una noche sobre el extorsionador y lo ejecutan brutalmente.

En “Abrir los ojos”, otro relato evocativo del autor, dos escolares deseosos de iniciarse en la vida adulta descienden a los Bajos Mundos y, al otear sus sordideces, retroceden asustados. El final tiene resabios vallejianos, al modo del cuento “Paco Yunque”, donde el personaje principal cierra la historia llorando interminablemente.

Relato evocativo resulta, asimismo, el texto “En el fondo del río”, que trata sobre el ahogamiento del cocinero Huntier en las aguas del Apurímac y cómo su viuda migra a Lima, de donde regresará años después, acompañada de su nueva pareja, un adolescente, para administrar uno de los primeros prostíbulos de los Bajos Mundos.

El tema de la iniciación en el sexo y la vida adulta se toca en “Apagado amanecer”. Cuatro colegiales, amigos inseparables, guiados por un mototaxista y rufián llamado Leonardo, ingresan a los Bajos Mundos a beber cerveza por primera vez; están a punto de estrenarse en un burdel, cuando son sorprendidos por dos de sus profesores que acaban de ingresar al antro a aplacar su propia sed de cerveza y sexo.

La venganza es tema de “Triste final”. Juan, un vecino maledicente y torpe, al salir de un bar se topa con un rondero sanguinario llamado Magno, al cual grita “¡maldito soplón!”, molesto porque el aludido en su condición de miembro del Comité de Autodefensa ha estado buscando a un hermano suyo acusado de ser senderista. Semanas después, el cadáver de Juan aparece encostalado flotando en las aguas del Apurímac. Juan es vengado por su hermano Perico y otros subversivos, quienes atacan con dinamita y ráfagas de metralleta a Magno mientras este bebía con otro rondero y varias féminas en un bar. La imagen final muestra a Perico metiendo en un costal la cabeza cortada de Magno, mientras sentencia, antes de huir: “la sangre se paga con sangre”.

“La carta final” es un relato de amor y muerte empleando el enfoque del narrador múltiple. Un colegial se enamora de una prostituta de los Bajos Mundos; su amor le confronta con la realidad de una familia devastada por la pobreza extrema y la locura. La mujer termina suicidándose en el Apurímac y poco después el colegial hace lo propio, no sin antes dejar una carta de despedida.

En “Es cuestión de esperar”, relato evocativo del autor, este narra una experiencia hilarante que le tocó vivir en su etapa colegial en San Francisco durante un día de protesta cocalera. Despreocupado, estaba retozando con su enamorada en el río Kimbiri, pero al querer volver a casa, descubrió que su ropa y otras cosas suyas habían desaparecido. La enamorada se fue con la promesa de volver trayéndole ropa y sandalias, mas nunca regresó. El colegial, inquietado por saber qué pudo ocurrirle a su enamorada y sin atreverse a cruzar en short las calles exponiéndose ante los mirones, debió esperar que avanzara la noche para poder llegar a su casa.

“Cazar una fiera”, la última narración, trata sobre la captura y final de un mando subversivo de Huanta. El personaje narrador, un informante de los agentes del Estado, tiene una cuenta pendiente con el subversivo, quien en los comienzos de la guerra asesinó a uno de sus parientes, por eso se ha hecho informante y, además, busca hacer méritos para ingresar a la Policía.

Cuentos del VRAEM contiene textos de corte clásico, lineal, escritos con el punto de vista del narrador omnisciente, aunque también presenta algunos relatos con el enfoque del narrador múltiple. Su virtud formal es la prosa precisa y ágil, que se evidencia sobre todo en “El mal exterior” y “Cazar una fiera”. Revelan, sin duda, a un fabulador virtuoso que avanza a pie firme en el difícil camino de los hacedores de la buena literatura.

Felicitaciones a Francois Villanueva, prosista, poeta y crítico literario formado en las aulas de la Decana de América. Su Cuentos del VRAEM se suma a las fabulaciones ambientadas en las selvas del Apurímac, como los que ha publicado Ernesto Oré Valenzuela, escritor de origen huantino afincado en Kimbiri y autor del libro de relatos Selva soledad (2008) y la novela Yana Umas (2017).

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Urbano Muñoz. Catedrático de la UNSCH. Escritor y comunicador social formado en San Marcos.