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EL VICIO IMPUNE DE LA LECTURA

critica literaria

El metodólogo…. nos señala que toda lectura activa modifica el libro leído.

La primera transgresión es puramente cuantitativa, tal vez incurra en un egotismo facundo, y escriba sobre mí como quien elabora un diario personal. Y no es casualidad que haya usado mi etiqueta propia. Sin embargo, la siguiente es válidamente cualitativa, porque la rigurosidad de este método de interpretación apela al fomento de la lectura.

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Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.

Quizás parezca el lenguaje de un individuo arrogante y presuntuoso, que corre el peligro de ser mal recibido. Seguramente sentirán antipatía por este texto, es muy posible que ni siquiera se detengan a examinar mis palabras. Porque la mayoría de ustedes solo la revisarán de forma somera, y la intercalarán con información banal que pulula en las redes sociales, del cual deberían alejarse.

De modo que, los más probable será la desagradable impresión que causará mis ideas, convertida en juicio sumarísimo sobre el discurso mismo de la lectura. Desde luego, gusto correr este tipo de riesgos. Y no me importa que me confundan con un señor engreído. Mi soberbia es una transgresión que me reconforta, y que la modestia es una ruda vulgaridad puesto que casi todo el mundo se cree obligado a someterse a ella.

No quiero esconderme, sino todo lo contrario, debo exhibirme sin pudor. Mi arrogancia puede molestar a los lectores. A muchos lectores, pero, prefiero molestarlos, herir susceptibilidades, romper con lo establecido. Parece que me divierte suscitar odios, enemistades, antipatías.

Al final no he podido menos de meterme en el embrollo, y ustedes dispénsenme, el ego es que me devora. Por eso presumo de ser presumido. Por eso llego incluso a presumir de no presumir como debiera, sino mucho menos de lo yo podría permitirme. Puedo parecer un hombre fatuo hasta extremos patológicos, pero me rio también de mi inmodesta presunción con cínica entereza. Entre mofa y mofa, insisto en cultivar, profundizar y confirmar la tosca y engreída presunción del estereotipo que de mí mismo ha fabricado, con respecto a la lectura.

El propósito último es deleitar lacerando, sorprender al lector sin fijarse en el precio que haya que pagar por ello. Pero lo de ustedes, como siempre, es que no se aclaran, que no leen, que no se enteran, que no indagan, que están adormecidos, que tienen el espíritu gregario. Eso es lo que me ha molestado, que me fastidia en explicar antes, ¡maldita sea!, que ustedes no se enteran, no indagan del proceso, no actúan concentrados, para que ustedes se aclaren, es que no se aclaran, ha sido así. A ver si me entienden ¡Lean, retahíla de analfabetos funcionales! ¡devánense los sesos! ¡quémense las pestañas!

Lo sé, soy un creído, pero ya no voy a volver al tema arrabalero, ese es un tipo de vida que ya no existe para mí, aunque quizá por ello adquiere una dimensión mítica. Si yo tuviera que definirme diría que soy mejor lector que escritor. Pero, en mi peregrinación vital con la lectura, siempre hallo algo que no tengo idea encontrar: ‘me encuentro a mí mismo’.

¿Es un vicio la lectura? ¿es un trabajo vano o el mundo nos exige llegar y salir de un libro? Borges afirmó que a lo largo del tiempo nuestra memoria va formando una biblioteca dispar, hecha de libros, o páginas y artículos, cuya lectura fue una dicha para nosotros y que nos gustaría compartir. ¿Es necesario vigilar obsesivamente las lecturas de los escritores? Es en cierto sentido perjudicial, no obstante, una suerte de pudor metodológico, nos sugeriría intensificar en el conocimiento con la lectura, lo que facilitaría la perspicacia y el sentido profundo de lo que dicen.

Sé que no he leído mucho, y seguiré leyendo mientras exista, seguiré releyendo grandes obras. No imagino el mundo sin Borges, por ejemplo, sin Flaubert y sin Hesse, sería muy triste, imposible. Son ciertos amigos, muy queridos que la literatura me ha dado. Pero ¿por qué abstenernos de algo? ¿Por qué ser un ratón de bibliotecas? Las bibliotecas nos ofrecen una continua felicidad, una felicidad accesible. Quizá, si yo fuera Robinson Crusoe, el libro que llevaría a mi isla sería las obras completas de Schopenhauer, de Russell o Séneca quizá me bastara con eso. Pero hay sin duda muchos autores que no nombré que han influido en mí.

Si no revuelvo libros, no pienso, como creía Nietzsche un verdadero Minerva filosófico, que en efecto fue un enorme lector de libros, casi compulsivo. Él revolvió libros no sólo en su juventud, sino durante toda su vida incluyendo su último año de actividad consciente.

Consciente de que, no se ha derrumbado mi peregrina idea de mis escarceos ilustrados, y que, durante una época en los vagabundeos académicos, no fui capaz de adquirir suficiente alimento intelectual, estas sin embargo han sido compensadas por mis lecturas filosóficas y literarias. No obstante, sigo poseído por la enfermedad erudita del libro, un vicio que corroe mis sesos. Debemos apelar una seriedad fuertemente viril, al rechazo de lo vacío, insustancial, trivial y una inclinación a lo sano y sencillo. Al poder de la lectura profunda, la lectura que busca más allá del mero pasatiempo, del puro placer, gira en esta potente cualidad que es la acción de inventar.

Autor : CARLOS MANUEL LEÓN GÓMEZ, Metodólogo

Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad de San Cristóbal de Huamanga (UNSCH). Músico diletante de rocanrol. Montañista apasionado. Catador de vinos. Declarado fan de girasoles, azucenas y margaritas. Premio de proclama y testamento (2016), pronto a publicar su cuentario: “Caminos de Montaña” (2023), actualmente se dedica a la asesoría de tesis en metodología cualitativa.