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En los bordes de la violencia poética (o reflexionando sobre Los bajos mundos de Francois Villanueva Paravicino, 2021)

Los bajos mundos

Por Julio Barco

Los bajos mundos de Francois Villanueva Paravicino (Editorial Apogeo, 2021) suma a la ya larga colección de libros de este joven narrador ayacuchano —que participa a nivel nacional con publicaciones que van de la poesía a la narrativa, de la veta modernista en poemas de cuidadosa métrica a los cuentos de terror, agudizando en los cuentos y novelas cortas de tinte periférico y urbano— y esclarece los derroteros por los que se mueve su obra: plasticidad en plasmar atmósferas cargadas; ligereza en el diálogo, instantes de poesía brotando tenuemente en una prosa sonora e introspectiva. Prosa sintética y maquinal, que nos eleva a la mirada de artista que es Villanueva, interesado no solo en expresarse sino en “cuidar el modo de expresar”.
Como en su libro de Cuentos del Vraem (Editorial Apogeo, 2017), donde todo, con prosa ajena y atemporal, fluyen temas dedicado al narcotráfico y la ciudad. También estuve atento a su otro libro de cuentos de terror Cementerio Prohibido.
Vemos, en esta nueva entrega, una continuidad prosística, aunque los temas ahora se expandan a la reconstrucción de un crimen organizado, donde la narrativa nos establece tanto una máquina de contarnos la historia y vidas de estos personajes, sus amores, sueños y ternuras, desde la orilla que pisan y respiran, esa orilla que es ajena a lo establecido, de los que viven en los extramuros del mundo.
Como señalaba el recordado L. A. Sánchez, es curiosa la ausencia de voces que pinten de modo febril los paisajes del ande o de la selva, por ello, leyendo a Villanueva asistimos sin temor a la mirada paisajística del Apurímac, río que atraviesa estas páginas con su peculiaridad sonoridad y belleza; como también, desde otra arista, un lienzo del pueblo Los bajos mundos, término eufemístico para referirse a un barrio donde imperan los lupanares, los forajidos y las broncas de bares.
Así, llegamos a conocer la historia del grupo Los Dragones — Bayggón Dan, “el mata insectos”; Dhago, “el más guapo del grupo”; El Zorra, “muchacho de rasgos andinos”; y Rhino, “el más valiente y pendenciero del grupo” —sus broncas, amoríos y aventuras. Y, por otro lado, conoceremos a la prostituta Celia, a los secuestradores Hans y Dick, como al joven Fidel Larco Astete, enamorado de la odalisca. Sin embargo, aunque el tema, aunque sórdido, se torna en la prosa de Villanueva un relato de factura poética:
“Las calles, de paredes laterales y rutilantes por ser como de azulejos, eran afluentes rebasados de cieno y miasma, amebas oblongas de mandíbulas gigantes, cucarachas monstruosas, descomunal efpígera expeliendo arpegios estropeados, cárcel cuchitril” (página 41)
Como vemos, es una prosa filtrada tanto por metáforas como términos exquisitos; tal vez recurso que Villanueva adhiere de su trabajo como poeta cuasi modernista, lo que permite observar un logro de estilo y condensación. De la poética, decimos, hereda las imágenes y la sutil adjetivación, sin embargo, la novela es historia, movimiento y escenas: un thriller policial.
Por eso, en las páginas de la primera novela de Villanueva, seremos testigos de la violencia de las calles que pueden ser del Perú o de cualquier país de Latino América; violencia que no escatima en mostrarse en su real verosimilitud -broncas, golpes, sangre, sexo, cervezas, billares, muerte- como también a los deseos y erotismos que desencadena.
Como Urteaga Cabrera en los Hijos del Orden o Reynoso en Octubre no hay milagros, o el mismo E. Congrains en No una, sino muchas muertes, en las páginas de Los bajos mundos se respira el hampa y cierta lírica que se nutre de calles, ventanas, colores, cervezas, bares, prostíbulos donde se fermentan y nutren la vida de estos personajes, perdidos en la mecánica cruenta de la delincuencia.
¿Por qué los secuestradores buscan a Los Dragones? ¿Será posible el amor entre Astete y Celia? ¿En qué terminarán las broncas de los Dragones? ¿Quién saldrá herido, muerto o vivo en el barro de Los bajos mundos? Con estas preguntas, que todo lector responderá, se cierra este libro sagaz y vertiginoso, donde Villanueva nos demuestra con afirmativa prosa que su talento es dúctil a cualquier género.
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Julio Barco (Lima, 1991). Estudió en la Universidad Nacional Federico Villareal, Lima, Perú. Autor de los libros Me da pena que la gente crezca (Arteidea Editores, 2012), Respirar (La Chimba Editores-2018-Premio Gremio de Escritores), Arquitectura Vastísima (Editora Huachumera-2019-Premio Huauco de Oro), Arder (gramática de los dientes de león) (Editorial Higuerilla-2019), La música de mi cabeza-volumen 7 (Lenguaje Perú -Editores) En novela, este 2019, presentó Semen (música para jóvenes enamorados) (Lenguaje Perú- Editores) Ese mismo año, fundó la web lenguajeperu.pe Fue fundador y director del grupo TAJO. Este 2020 sorprendió al público lector al editar cuatro libros en tiempos de Covid 19: Des(c)ierto (Metaliteratura, Argentina 2020), la re-edición de Semen (Metaliteratura, 2020) y dos volúmenes en Colombia: Sistema Operativo (SO, 2020) y Copiar, cortar, pegar, cargar (Obra Abierta, Colombia, 2020) Actualmente es redactor de Literalgia y Lima Gris y gestor del proyecto cultural Poético Río Hablador, que desarrolla proyectos de poesía en El Agustino y dirige la web Lenguajeperu.pe, que es una nueva bitácora nacional de poesía y arte peruano y latinoamericano. Actualmente, termina de escribir sus nuevos cuatro libros: Poetizando (ensayo poético), Enrique (Novela), y los poemarios Mosaico (poesía) y Cuaderno de Trabajo de la nueva poesía peruana (parte 1) Obtuvo una mención honrosa en el XI concurso Poeta Joven del Perú (2020) con el poemario Semilla Cósmica.

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Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.