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Los camposantos, los muertos y otras fantasmagorías en “Cementerio prohibido” de Francois Villanueva Paravicino

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Por Carlos Manuel León

El comunicador social sancristobalino y metodólogo en investigación cualitativa compara el cuento del escritor ayacuchano con los aportes de Lovecraft y destaca su imaginación pavorosa.

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Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.

En los cementerios solitarios nos da miedo que nos maten y nos metan en un nicho o que más misteriosamente nos desaparezcan. Estos lúgubres escenarios recogen los aturdimientos que asustan, y la muerte es personificada por un esqueleto con túnica negra y capucha puesta que esgrime una guadaña. En aquellos desolados lugares a medianoche se oyen risas, llantos y voces susurrándonos. El pánico se acrecienta cuando parece que harán salir a los seres espectrales, cuya presencia en terreno cerrado nos estremecen. Los nichos llenos nos sobrecogen, pero los nichos vacíos causan más temor, porque con sus bostezos miran hacia nosotros queriéndonos engullir. Lo vives en carne propia, aunque ya unos pocos están acostumbrados a la cuestión de los muertos y fantasmas que no les provocan mayor complicación. Pero hay que entender que todos los cementerios tienen su historia, todas sin excepción.

No obstante, sacar a colación aquellos eventos era para sumergirme en los relatos sobre cementerios que se hayan escrito. Al respecto Lovecraft escribiría: “La emoción más antigua y más fuerte de la humanidad es el miedo, y el miedo más antiguo y más fuerte es el miedo a lo desconocido”. Lo más meritorio de Lovecraft es que creó un universo, una cosmogonía, fundada en el horror, algo que no a todos les gusta, empero nos produce un susto visceral.

Sentí una cierta reticencia por el cuento intitulado “Cementerio prohibido”, del libro del mismo título (Editorial Apogeo, 2019, 2022) como cuando Borges empezó a tomar como una broma irónica a Lovecraft, pero poco a poco se fue encariñando con todo lo que generaron sus relatos de terror. No por nada está la anécdota de que Borges, cuando era director de la Biblioteca Nacional de Argentina, enlistó al Necronomicón como si existiese. Tal vez fue una última broma o un guiño simpático a Lovecraft. Diría: “Lo logró, este hijo de la guayaba, lo logró”. A Borges, evidentemente, en un principio le provocó rechazo, como suele ocurrir con toda profunda innovación creativa, que suele pasar por un período de incomprensión hasta ser aceptada.

Las referencias centrales del cuento de Francois Villanueva Paravicino son la espantosa pesadilla de madrugada, viaje al presunto funeral de un ser querido, pueblo deshabitado y triste, crimen en defensa propia, base militar secreta, amenaza catastrófica de zombis. El origen de estos cadáveres vivientes hambrientos de sangre y de carne, lo desconocemos, quizás subyacen en los rituales paganos o por alguna inoculación de algún virus propagado. El personaje huye y por momentos se resguarda, siente temblores de frío, trastocado por la paranoia de la persecución, y las hojas secas del parque le daban bofetones de otoño. Además, siente gran malestar por estar dentro de aquel lugar, y tristeza por haber perdido su libertad. Se enferma por la presencia de estos seres abominables que le recuerda a la muerte que aún no le ha llegado, pero se proyecta como sombra de su futuro cadáver.

El buen escritor Francois Villanueva Paravicino hace uso literario de dichas emociones implícita y explícitamente, teniendo en cuenta las propias reflexiones sobre el horror y el miedo a la muerte. Los espacios misteriosos, motivos fantásticos y terror absurdo, sorprenden a causa de acontecimientos extraños, en los que los sujetos aparecen como asesinos, cadáveres o devoradores. Pero también surge en el protagonista la duda de si se trata de un sueño o de si realmente hay, a modo de realidad fantástica, un intercambio que suscita sensaciones compartidas entre el autor y los lectores.

Es menester tener buen estilo y una capacidad de imaginación superlativa para escribir originales relatos de terror. Aunque casi no hay peldaños por mejorar, podemos equivocarnos, pero es honorable tomar posición de cambiar una opinión. Al respecto William Blake decía: “La persona que jamás cambia de opinión es como el agua estancada: su mente cría sabandijas”. Yo tengo casi la seguridad de que Francois Villanueva Paravicino es un excelente narrador, un eximio poeta y un destacado novelista.

En el cuento que da título al libro yo creo que su fuerza reside en la imaginación pavorosa, porque el autor se refugia en el juego del arte del horror creando un relato macabro atemporal, se hace servir de lo macabro para aliviar su propio temor. A lo lejos se vislumbra un tenue destello de esperanza por sobrevivir, pero esta se disipa cuando colisiona con una terrible realidad apocalíptica. Y no me queda más que decir que el miedo de los demás está en la inevitable expedición, una expedición al mal, a lo terrorífico y a lo sobrenatural. Por ello, recomiendo este libro como uno de los mejores del que he gozado de la lectura.

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Carlos Manuel León Gómez

Comunicador Social (UNSCH). Ganador del Premio de Proclama y Testamento (2016) de Huamanga. Está pronto a publicar su cuentario Caminos de montaña (2023). Metodólogo en investigación cualitativa. Músico diletante de rocanrol. Incansable viajero y apasionado montañista. Lector hedonista, místico sin iglesia, tertuliano siempre polémico y apátrida por vocación, anarquista reaccionario y poseedor del raro privilegio de tener una especie de escarabajo bautizado con su nombre (el Somaticus Manoletebonapartoi) y adicto a los peligros.