Tolstói, Zola y Swinburne Saltar al contenido

¿Por qué no le dieron el Nobel a Tolstói, Zola y Swinburne?

El premio nobel de literatura

Por Francois Villanueva Paravicino*

La semana pasada premiaron con el Nobel de Literatura 2020 a la poeta estadounidense Louise Glück por “por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”; y, según los entendidos como Federico Díaz-Granados, “la poesía de Glück extiende, por un lado, la tradición más conversacional y, por otro, la herencia más íntima y hermética logrando una expresión personal en la que las emociones crean analogías y relaciones con un mundo de lecturas de los clásicos y los mitos arquetípicos de Occidente”.

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Sin embargo, en las redes sociales y conversaciones de escritores de este lado del continente se destacó la figura poco conocida de la autora de El triunfo de Aquiles (1985) o El iris salvaje (2006); pero que, como ya ahora casi todos saben, en nuestro idioma no lo es del todo, ya que la Editorial Pre Textos ha traducido toda su producción poética; donde incluso existe traducciones de nuestro compatriota y poeta ya extinto Eduardo Chirinos.

Por otro lado, las discusiones se centraron también en si Louise Glück merecía o no el Nobel, o al menos más que, por ejemplo, Anne Carson o Cormac McCarthy, Don DeLillo o Thomas Pynchon, que escriben en el mismo idioma de la actual galardonada. Aquel es un dilema que sufre la Academia Sueca desde sus inicios, de la década 1901 a 1910, donde se frustraron candidaturas, tras fuertes debates intelectuales, de escritores canónicos como León Tolstói, un autor muy voceado en 1902; o Émile Zola, una fuerte propuesta en 1901; o Algernon Charles Swinburne, vencido por su muerte en 1909.

Estos datos están registrados por el presidente del Comité Sueco hasta el 2005, Kjell Espmark, quien escribió El premio Nobel de Literatura: Cien años con la misión (Nórdica Libros, 2008), donde se detalla que los primeros años de las premiaciones del Nobel, la Academia Sueca manejó una interpretación muy ética, moral y conservadora del término “idealista” o “ideal” que detalló Alfred Nobel en su testamento.

Aquella perspectiva conservadora fue defendida, al menos la primera década, por el secretario perpetuo de la Academia, Carl David af Wirsén, quien fue en sus inicios un luchador a capa y espada para que el Nobel de Literatura existiese entonces, debido a los cuestionamientos y pesimismos de un pequeño sector sueco. Y así fue que cuando se inició la premiación, se manejó el concepto de “elevada y sana idealidad”, y de “auténtica nobleza”, que debían poseer las obras que se premiarían.

Por aquellos criterios, declararon “escandaloso e hiriente” a Swinburne (un genio según Harold Bloom y otros connotados críticos mundiales); descreditaron a uno de los genios más grandes de las letras (si no el mejor) Tolstói por su “animadversión hacia la cultura”, “su parcialidad”, y su alegato a favor de “una vida natural desprendida de relación con la alta cultura”; y a Zola por “desalmado, con frecuencia groseramente cínico”.

Cuando Zola (que murió en 1902) era un candidato fuerte, en 1901, le dieron el primer premio Nobel de Literatura a su compatriota francés, el poeta y escritor Sully Prudhomme; cuando León Tolstói (que vivió hasta 1910) era casi fijo en 1902, se lo otorgaron al historiador, jurista y filólogo alemán Theodor Mommsen; y cuando en 1908 Swinburne (que dejó de existir en 1909) también era muy voceado para triunfar, junto con otra candidata que ganaría un año después (Selma Lagerlöf), premiaron al filósofo alemán Rudolf Eucken. De aquella época dominada por Carl David af Wirsén, algunos estudiosos suecos la han denominado “época decadentista”, por no premiar a los que más lo merecían. Y solo nos queda rogar para no vivir otra época parecida.

Escrito en octubre del 2020.

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Francois Villanueva Paravicino

Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013) y en diversas páginas virtuales, revistas, diarios, plaquetas y/o; de su propio país como de países extranjeros. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007).