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Una aproximación a la literatura, la cultura y el consumo actual 

literatura y consumo

La actividad artística siempre ha existido desde los inicios de la evolución de la historia de la humanidad. Existe una estrecha relación entre arte, cultura y sociedad. En efecto, desde que “el homo sapiens” residía en las cavernas pétreas y frías, subsistiendo a la intemperie; fabricando y trabajando herramientas para su supervivencia (madera, piedra, hueso, el marfil del mamut, el cuerno del reno, etc.), también tuvo necesidad de la creación y la expresión. Desarrolló esta acción poeitica, acaso consciente (en la actualidad nuestra manera de apreciar el arte es, en cierto sentido, intelectual), de constructividad y expresividad sobre una reflexión conceptual de su mundo. Es decir, aquella actividad técnica, pragmática, desarrollada desde el Paleolítico (la etapa más larga en la historia del ser humano), entonces de caracteres realistas y naturalistas y simbolismo mágico, que transita incluso como “pedagogía”, constituía un ejercicio social y útil para la vida. Por lo tanto, el arte en el hombre es un quehacer necesario, forzoso, ineludible, que a través de unos cuantos alcanza su vitalidad.

Se infiere que toda práctica humana está condicionada por su entorno, es decir, por la organización de una sociedad construida por el mismo hombre. Este hábitat, colectividad antropomórfica, elabora una serie de normas y formas de organización socio-política que le es inherente. Estos fenómenos reales condicionan el conjunto de actividades, dogmas, conocimientos, formas, creencias, festividades, que práctica el hombre; esto toma el nombre de cultura. La polis siempre ha creado su identidad a través de sistemas políticos, regímenes sociales, diligencias económicas, langue y parole, historia y tradición, medio geográfico y dogmatismos, cultura y arte. Un producto de esta singular creación de identidades, refiere a través del arte a la literatura. Sin embargo, para la comprensión cabal de la naturaleza humana de esta poiesis literaria, se necesita una adecuada formación intelectual, una actividad literaria cognoscitiva, una institución, que pueda tender puentes entre estas “artes poéticas” de los escritores con los valores y estatutos de una sociedad.

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Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.

La literatura siempre interpreta magistralmente –tiene todas las armas para ello –, entiende la realidad real-social-humanística como un discurso, un devenir de la Vida, como plantea Guille Deleuze. La literatura es un lenguaje orgánico, poliédrico, cuyas caras reflejan de algún modo la realidad, la sociedad y su cultura. En esta dimensión de la de la literatura confluyen razas, religiones, ideales, lenguajes, vidas, leyendas, mitos, que crean lazos de comunicación ideal. La literatura es lenguaje, por lo tanto, vida. El lenguaje es el invento más trascendental del hombre. El mensaje literario puede ser definido como una desviación de la asociación de los signos, o sea, ser universalmente un lujo lingüístico. La literatura y el arte dialogan permanentemente con la cultura. El artista no puede desligarse una noción histórica y presente de cultura, como tampoco obviar la tradición artística. Estos diálogos especiales reproducen tipos de lenguajes (lenguas naturales o artificiales, colores, notas musicales, el mármol, etc.). Y esta capacidad simbólica de interactuar del hombre con su realidad a través de este instrumento importante del lenguaje artístico, perenne, favorece la socialización de los seres humanos y les permite a unos transmitir tipos de experiencia a otros sin que el espacio y el tiempo puedan negar o eliminar su entendimiento. Este lenguaje artístico se transforma en un medio insustituible para transmitir información y conocimientos como todo tipo de creaciones espirituales.

La literatura, como creación verbal denominada “artes poéticas” plasmado escrituralmente sobre un objeto inteligible, es producto de su sociedad y su cultura. La base de toda cultura es la lengua, imprescindible para el desarrollo de la vida. El lenguaje de la literatura utiliza el discurso escrito de lengua natural o artificial, plasmando una realidad textual altamente estructurada. En esta práctica escritural podemos distinguir, según los estudios del Mag. Miguel Ángel Huamán, los siguientes niveles del texto: “Lo pretextual, aquello que ha dado origen o motivado la producción del texto, es decir las vivencias, experiencias, o emociones psicológicas desencadenantes; lo contextual, o ámbito social, cultural donde se recepciona dicho texto, es decir, la situación comunicativa entre un emisor y un receptor, que establece con el entorno, de la que viene y hacia la que vuelve; y finalmente, el subtexto, aquellos elementos imaginarios o del deseo, que se han originado en las emociones psicológicas, experiencias o sucesos personales o sociales que permanecen latentes o sumidas como impulsos ciegos en la propia estructura textual, subterráneamente, inconscientemente, como conjunción entre emoción y razón.”. Esto ejemplifica la interdependencia e interacción intrínseca que confluye en el proceso orgánico del desarrollo de la literatura como lenguaje artístico, comunicación entre el social emisor demiúrgica y el social receptor cultural.

Como anunció Roland Barthes, la literatura se nos presenta como “institución” y como “obra”. Como “institución” se asemeja a todos los usos y todas las prácticas que regulan el proceso de la cosa escrita en una sociedad determinada: status social e ideológico del escritor, modos de difusión, condiciones de consumo, opiniones de la crítica. Como “obra” está constituida esencialmente por el mensaje verbal escrito, de cierto tipo especial, forjado por el escritor.

La literatura está integrada mediante un estilo, se puede decir, de la vida cotidiana en esta sociedad cultural. La cultura contemporánea con todos sus aspectos, el arte y el esteticismo actual, el moralismo y el nihilismo, las ideologías y su escepticismo, el bien y el mal, acompañan la elucidación de la cotidianidad en el mundo moderno. El arte en este período cultural atraviesa una crisis y una transformación radical, el arte ajeno a lo cotidiano desaparecerá, el arte pasará al servicio de la cotidianidad para transformarla, para cambiarla realmente y no para transfigurarla idealmente.

En nuestra sociedad actual, señala Henri Lefebvre, la cultura actual se divide en dos partes fundamentalmente: la cultura de masas y la cultura de la élite. La primera se entiende al nivel de lo cotidiano, penetra en ello a través de la radio, la televisión, los discos, pero no la transforma, no la transfigura; posee rasgos de monotonía, de marasmo racional, y siembra la pasividad en el individuo. En cuanto la cultura de la élite es un arte experimental, de vanguardia, como literatura vanguardista, que se recrea inaccesible, difícil a la cultura de masas, ajeno a en cierta medida a la cotidianidad. Esto va desligado, entiéndase, a la situación económica del individuo; puede existir un mediano burgués más culto que un millonario famoso.

La cultura actual, de la mayoría o sea de las masas, es la “civilización del espectáculo”, como anunció Mario Vargas Llosa. La creciente banalización del arte y la literatura, el triunfo del amarillismo en la prensa y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la suicida idea de que el único fin de la vida es pasársela bien. Es decir, ¿esta cultura del espectáculo ha conllevado a la literatura del espectáculo?, ¿es una etapa de crisis cultural? Lamentablemente, es cierto. Es verdad, esto está pasando. Lamentablemente, esta cultura del espectáculo es la promocionada y consumida por medio de los medios de comunicación mass-mediáticos, que con falta de ética venden y producen lo que les llega en gana por tal de liderar los ratings. Es decir, este espectáculo no refiere a los producidos por los artistas vernaculares, ferias sociales, cines, teatros, salones de baile, sino la llamada cultura a domicilio: radio, televisión, videos y prensa amarillista.

Esto explica aquella cultura de masas escéptica e incrédula de hambriento consumo irreflexivo, a una escala gigantesca, de banalidades y trivialidades entretenedoras, que hasta atontan. Vive de comer, de destruir el arte, la literatura pasada, los estilos y la estética; ya mataron a Dios y la estética, se burlan del cristianismo y sus filósofos. Ha nacido el Internet –el medio más mass-mediático del mundo –, colosal mecanismo de digital de mundial red comunicacional, que transmite categorías positivas (avances y conocimientos científicos, información periodística, estudios universitarios  y/o diversas fuentes de conocimiento) y a la vez categorías negativas (testimonios racistas de odio, cruda pornografía barata, el mundo de los vicios y/o diferentes manifestaciones del mal). Entonces, lo cultural se configura como la dimensión de la sociedad mercantil-capitalista-neoliberal dentro de nuestras vidas de forma integral y esencial; tal es así que inevitablemente modelan nuestros valores y creencias que finalmente definirán nuestras diferencias o semejanzas, en pro de la identidad. ¿Pero cuáles son estos nuevos valores?, ¿hacia dónde vamos?

Néstor García Canclini nos refiere sobre la cultura de lo efímero como los acaecimientos culturales de nuestro tiempo. Al igual que él, intelectuales posmodernos se fijan en los sectores para los cuales el problema no es tanto lo que les falta, sino que lo que tienen se vuelve a cada instante obsoleto o fugaz. Estas sociedades donde la globalización ha trascendido, donde la cultura es un proceso de ensamblado multinacional, una articulación flexible de elementos, un montaje de rasgos que cualquier ciudadano de cualquier país, religión o idiosincrasia puede leer y usar. Este es el modo neoliberal de hacer la globalización, de aquella manera cabal de libertad de mercado a nivel mundial, donde incluso uno puede “vender un beso”. Lo peor de todo, la realidad latinoamericana no se exime de esta explosión carnavalesca: somos subdesarrollados en la producción endógena para los medios electrónicos y/o otros productos de mercado, pero no en el consumo. ¡Consumimos 50 000% más que toda la Europa latina! ¿Qué es el consumo? Los hombres intercambiamos objetos para satisfacer necesidades que hemos fijado culturalmente, para integrarnos con otros y para distinguirnos de ellos, para realizar deseos y para pensar nuestra situación en el mundo, para controlar el flujo errático de los deseos y darles constancia o seguridad en instituciones o ritos. Es decir, el conjunto de causas socioculturales en los que se ejecutan la apropiación y los usos de los productos.

Inevitablemente, el artista o escritor tiene que pugnar por afirmar su propia actividad y asumir los retos del mercado, el consumo y la globalización. Antes se estableció que los habitantes de un cierto espacio-territorio debían pertenecer a una sola cultura homogénea y tener por lo tanto una única identidad distintiva y coherente. Pero ahora un sector cada vez más extenso de la creación, la difusión y la recepción del arte se realiza hoy de un modo desterritorializado. Muchos escritores que la diplomacia cultural y el mercado promueven como “los grandes artistas nacionales” (supuestamente de literatura culta más trascendente y representatividad de su nación), como fueron los del boom latinoamericano, manifiestan en sus obras un sentido cosmopolita, que contribuye a su resonancia internacional. Entonces la identidad cultural aparece como una construcción imaginaria, en relación con los repertorios textuales e iconográficos provistos por los medios electrónicos de comunicación y la globalización de la vida urbana.

En el campo de lo artístico, el crítico de arte y filósofo Arthur Danto, nos afirma que en el arte se vive la era del pluralismo (producto acaso de la cultura del espectáculo o lo efímero), donde ya no importa lo que se crea. Cita a Marx para señalar que se puede ser un artista abstracto por la mañana, un realista fotográfico por la tarde y un minimalista mínimo por la noche. Sin embargo, propone y planeta la “conciencia artística” como seleccionador de espíritus demiúrgicos inmanentes; además, el papel de la crítica como el reconocimiento de la obra de arte como tal. Por otro lado, teóricos de la literatura, como Antonio García Berrio, anuncia la traslación del ser artístico  del campo retórico al terreno de lo mimético; puesto los mismos críticos literarios con sus ciencias estéticas y literarias de modo exagerado y agudizado han producido la hecatombe, como por ejemplo el deconstruccionismo, que parte de la negación radical del significado de los textos verbales y en consecuencia de los poéticos y literarios. Por otro lado, los cruces multiculturales y la industrialización de lo simbólico han llevado a que la teoría literaria expanda su objeto de análisis para abarcar procesos de significación en los que se textualiza y se narra lo social de maneras diversas a como lo hacen las obras clásicamente reconocidas por esta disciplina. Rimbaud registró admirablemente la muerte de la belleza antigua y clásica; Baudelaire describe el mercado literario como una prostitución ineluctable del poeta, en tanto que el producto artístico es mercancía. Dostoievski nos habla de la modernidad y el subdesarrollo de ciertas ciudades en situación crítica que aún no adoptan el capitalismo como la Rusia feudal de entonces. Y Vallejo y la vanguardia, con la Nueva Sensibilidad, donde incluso la literatura debe crear nuevos sentimientos políticos; es decir, ya partícipe del capitalismo de Marx.

Otra perspectiva de la actual crisis del arte es la planteada por John Carey: “Una obra de arte es cualquier cosa que alguien haya considerado alguna vez una obra de arte, aunque sea una obra de arte sólo para ese alguien”.¿Es posible esto? Como se sabe, existen pensadores de la positivad y pensadores de la negatividad. Los pensadores de la positivad, como Barthes, son personas aficionadas a la investigación empírica y a la verificación; son personas ávidas de construir, de crear. Hay también pensadores que pertenecen a la ambigüedad, como Sartre, quien plantea El ser y la nada. Y por último, los pensadores  de la negación, que llenan la línea prometeana, faustina, y mefistofélica; ávidos de crítica y de destrucción, como Heidegger y su existencialismo. Sin embargo, se busca siempre concebir lo negativo en el corazón mismo de la creación, de la estructuración. Es concebir el futuro que corroe lo existente, lo aboca a lo efímero y crea así algo nuevo, creador, “positivo”. Aquí está Carey. Está destruyendo inconcebiblemente el arte. En contexto, las formas abstractas que son el dinero y la mercancía, han trastocado el mundo humano, aquello que en su cultura existía estéticamente: el arte, los estilos, la sabiduría, lo que había aparecido antes de la burguesía y el capitalismo. Y como se ha analizado, en la actualidad atravesamos una realidad difícil, ¿necesitamos una ética, una noción de lo bueno, lo justo y bello griego, para poder estar más juicioso en estos tiempos de globalización? ¿Necesitamos una nueva teoría literaria para comprender y explicar el fenómeno actual literario? Por supuesto, no hacerlo sería ocioso y dañino.

José Fabelo Corzo desarrolla un exquisito planteamiento. La vida como autopoiesis, por lo tanto el existir humano son fenómenos de autoproducción, autoreproducción, autorregulación y autoorganización. Por lo tanto el hombre es egocéntrico (se preocupa de la autoconservación a nivel de individuo) y genocéntrico (se preocupa de la autoconservación a nivel de especie). La ética es un fundamento a-priori, un imperativo categórico, puesto es vital. De este modo, la globalización crea una heterogeneidad de intereses y valores, mucha veces incompatible entre ellos, atizando el “bien y el mal” relativo. Puesto la globalización exacerba el egocentrismo en detrimento del genocentrismo, son adversos. Por eso hay bodas de millones de dólares y millones de muertes por hambre, armas de aniquilación masiva, etc. Entonces la ética vuelve ser algo imperioso en este período crítico. Es como uno de los planteamientos de Alain Badieu, cuando nosotros creemos en un futuro sin guerra (ética a priori), pero vivimos una actualidad bélica ante nuestros propios ojos; entonces la filosofía del presente es vivir en un futuro inexistente, irreal, que se configura utópico; mientras respiramos en la ceguera.

Es necesario adoptar una actitud seria. Primero debemos lograr que el consumo pueda articularse como un ejercicio reflexivo y crítico de la ciudadanía en este autómata acontecimiento globalizador. Se debe reunir al menos estos requisitos: a.-) Una oferta vasta y diversificada de bienes  y mensajes, de acceso fácil y equitativo para la mayoría; b.-) Información multidireccional y confiable acerca de la calidad de los productos; c.-) Participación democrática de los principales sectores de la sociedad en las decisiones del orden material, simbólico, jurídico y político donde se organizan los consumos. Es decir, adaptarnos al mundo de la globalización, repensando lo real junto con lo posible. Es decir, rescatar estas tareas propiamente culturales de su disolución en el mercado o en la política; y esto la literatura como institución debe tomar en cuenta.

BIBLIOGRAFÍA:

1.-) GARCÍA CANCLINI, NÉSTOR. Consumidores y ciudadanos. Conflictos multiculturales de la globalización. Editorial Grijalbo. S.A., México., 1995.

2.-) DOUCY, SANGUINETTI, BARTHES, KSHLER, MOULLLAUD, SILVERMAN, LEFEBVRE, BRUN, AUBRUN, ESCARPIT, ORT, KOTT, GOLDMANN. Literatura y Sociedad. Problemas de metodología en sociología de la literatura. Ediciones Martínez Roca, S.A. España, 1969.

3.-) DANTO, ARTHUR COLEMAN. Después del fin del arte. Editorial Paidós, España, 2003.

4.-) FABELO CORZO, JOSÉ RAMÓN. La vida como autopoiesis y como fundamento de la ética en tiempos de globalización. Revista Cubana de Filosofía A Parte Rei. Cuba, Mayo, 2008.

5.-) HUAMÁN, MIGUEL ÁNGEL. Lecturas para Teoría Literaria I. Cuadernos Pedagógicos. Fondo Editorial UNMSM. Ciudad Universitaria, Lima, Mayo 2002.

6.-) HUAMÁN, MIGUEL ÁNGEL. Literatura y Cultura. Una introducción. Fondo Editorial Facultad de Letras y Ciencias Humanas, UNMSM. Ciudad Universitaria, Lima, 1993.

7.-) HUAMÁN, MIGUEL ÁNGEL. Problemas para Teoría Literaria.  Fondo Editorial Signo Lotófago. Lima-Perú, 2002.

8.-) CAREY, JOHN. ¿Para qué sirven las artes? Editorial Debate.

Francois Victor Villanueva Paravicino

Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007). Textos suyos aparecen en la antología Recitales “Ese Puerto Existe”, muestra poética 2010-2011 (2013). Ha publicado el libro de relatos Cuentos del Vraem (2017) y el poemario El cautivo de blanco (2018). Tiene diversas publicaciones literarias en antologías, revistas y diarios. Actualmente cursa la Maestría en Escritura Creativa de la UNMSM.

 


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Anthropology and Practice (Marco)

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