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Capitán Perú y el problema de construir una hispanidad de cartón

Hispanidad de cartón

NOTA: Quiero dejar algo claro, este artículo no busca «cancelar» a Capitán Perú. Tampoco pretende negar la importancia de revalorar lo hispano. Más bien, parte de una convicción: necesitamos una hispanidad crítica, no una caricatura nostálgica del Antiguo Régimen. Una hispanidad que sume (lo amazónico, lo andino, lo criollo) en pie de igualdad, no que excluya. Que abrace la diversidad de nuestro país, sin diluirla en una hispanidad «abstracta».

Introducción

En los últimos años ha surgido una corriente de divulgadores de la historia que busca reivindicar la herencia hispana en el Perú e Hispanoamérica. Entre ellos destaca la figura del ingeniero industrial y escritor Rafael Aita más conocido como «Capitán Perú», un personaje que de manera entretenida y basado en datos interesantes muestra su perspectiva histórica sobre la época virreinal. A primera vista, su discurso parece una necesaria respuesta a las versiones indigenistas más radicales, lo cual me parece bien, ya que las interpretaciones indigenistas de la historia tienden a  una visión sesgada y victimista. Sin embargo, una mirada más crítica revela que su propuesta construye una «hispanidad de cartón»: rígida, idealizada, frágil y poco conectada con la complejidad del presente.

Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.

I. Idealización acrítica del pasado virreinal

Capitán Perú presenta el Virreinato como un tiempo glorioso y, aunque reconoce que fue desigual, lo retrata como justo. Es cierto que no niega la violencia —la menciona en varias entrevistas—, pero suele minimizarla, normalizarla o justificarla. Esto se parece mucho a lo que hacen algunos indigenistas con el Tawantinsuyo: glorifican un pasado ideal. !Y hasta justifican la violencia de los Incas contra otros pueblos andinos alabándola!

En vez de asumir el pasado virreinal como una etapa compleja, llena de luces y sombras, se presenta como una edad dorada truncada por la Independencia y las ideas modernas que la sustentan. Esta narrativa, aunque emocionalmente poderosa para quienes buscan raíces, no forma ciudadanos más conscientes: forma creyentes de una historia idealizada.

II. Catolicismo como verdad única

El discurso de Capitán Perú se sostiene fuertemente sobre el catolicismo como pilar de la civilización hispana. No se puede negar que el catolicismo fue la columna vertebral del pensamiento español de la época. Sin embargo, el catolicismo fue vehículo de imposición y exclusión (salvando las distancias , similar  a lo que sucedió en la misma Europa en la Alta Edad Media). Y entender esto no hace de uno indigenista. Los mismos Incas aunque no imponían una religión única, muchas veces usaban la violencia para poner mayor relevancia a sus deidades que a las de los pueblos subordinados  Una hispanidad madura puede reconocer esto y al mismo tiempo la riqueza espiritual del catolicismo y su  profunda influencia en la formación artística de las élites indígenas, ya que a partir del Concilio de Trento(1545- 1563), se exhortaba que la evangelización de América se hiciese a través del arte, creándose escuelas de Pintura como la quiteña y la cusqueña, cuyos máximos cultores eran indígenas, como Diego Quispe Tito. Igualmente la música barroca tomó el quechua para crear hermosas melodías (Invito al lector a escuchar esta pieza de la música barroca andina: Hanacpachap cussicuinin https://www.youtube.com/watch?v=WGNCCSJBPIY&list=RDWGNCCSJBPIY&start_radio=1),

Así pues, sin ignorar sus momentos oscuros (hubo curas que usaban métodos violentos como la tortura) ni su rol en procesos de aculturación forzada. Los hispanoamericanos actuales no deberíamos temer saber las luces y sombras ya que. la historia de la humanidad está repleta de estos episodios.

III. Rechazo automático del pensamiento moderno

Este punto es quizá el más preocupante. Capitán Perú tiende a ver muchas ideas liberales como decadentes o, al menos, como contrarias al orden virreinal. Aunque no lo diga abiertamente —e incluso mencione lo contrario cuando se lo preguntan—, al defender el Antiguo Régimen como ideal, desvaloriza la crítica al poder absoluto. El Antiguo Régimen no es el modelo que debemos recuperar: fue un sistema profundamente jerárquico, estamental y excluyente tanto en la América Española como en la España Peninsular.

La crítica al presente desde una posición antimoderna conduce a callejones sin salida, no necesitamos volver a 1700. Necesitamos una narrativa que tome lo mejor de nuestras herencias sin repetir sus errores.

IV. Confusión entre unidad y uniformidad

La hispanidad no será más fuerte porque todos pensemos igual para mantener una aparente unidad. Eso se parece más al autoritarismo del Pensamiento Gonzalo que tanto daño hizo al Perú. La verdadera fuerza de la hispanidad está en su capacidad de integrar la diversidad con diálogo y crítica. Una «unidad» sin fisuras no es unidad: es silencio forzado. La grandeza cultural del mundo hispano está en la mezcla, el sincretismo, el conflicto, la adaptación. Cuando tratamos de reducirla a una identidad cerrada y única, la traicionamos desde dentro.

Una alternativa: hispanidad crítica

Una divulgación histórica con memoria crítica es el camino. Que reconozca, sí, la riqueza de lo hispano, pero que también afronte sus errores, conflictos y contradicciones. No basta con mencionarlos: hay que asumirlos como parte de nuestra historia, para sanar y comprendernos mejor.

El Perú debe ser cuna de una hispanidad donde lo andino y lo amazónico no sea decorado folclórico, sino sujeto pleno de la historia. Donde el mestizaje no sea una excusa para barrer los abusos bajo la alfombra, sino un punto de partida para construir un futuro más consciente, libre y fraterno.

Esa es la hispanidad que necesitamos. No la de cartón: la que idealiza y justifica el Antiguo Régimen y el absolutismo a través de la remembranza de las elite indígena virreinal.

AUTOR: Hispanista andino liberal