1. Mostrar interés en el bienestar
Mostrar interés en el bienestar de las personas sobre las que escribimos es la manera principal de demostrar que nos preocupamos por ellas. La antropología debe mejorar en este sentido. Los parches y las idiosincrasias culturales de la antropología son vergonzosamente evidentes en nuestro débil compromiso en el estudio del bienestar. Aunque todos sabemos que es una preocupación primordial de todos los seres humanos, la principal disposición antropológica hacia el bienestar ha sido no decir nada directamente al respecto, y ciertamente no desarrollarla como un tema analítico o normativo. La atención antropológica explícita al bienestar ha tendido a polarizarse en celebraciones antimodernistas e ingenuas del bienestar no occidental, por un lado, o en una lúgubre y quizá voyeurista inmersión en el mal.
2. Disposición hacia los demás
Cada uno de estos tres tipos de disposición (ignorándolo, celebrándolo sin crítica, o explorando sólo su ausencia) es un tipo distintivo de fracaso de empatía. Sin un escrutinio explícito, equilibrado y plausible del bienestar, el «otro» antropológico es, por defecto, insensible, y su vida no es evaluada. Cuando se discuten sentimientos o valores, los antropólogos han tendido a describir a las personas como excepcionalmente bien (en relatos de «paraíso perdido») o excepcionalmente enfermas (en las exploraciones ahora mucho más comunes del sufrimiento, la pobreza y la impotencia). Aún no ha surgido una investigación equilibrada y cuidadosa sobre el bienestar en la antropología, aunque tres colecciones antropológicas sin precedentes sobre el bienestar comienzan a señalar el camino (Corsin Jimenez 2007; Gough y McGregor 2007; y Mathews e Izquierdo 2008).
Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.
3. Empleando el bienestar
El bienestar se refiere a la bondad de la vida de una persona, o a algún aspecto de ella como salud, felicidad, relaciones o espiritualidad. A diferencia de la virtud o el estatus, el bienestar se refiere sólo al valor prudencial, a lo bien que las cosas van para la persona juzgada. Esta bondad puede ser juzgada «objetivamente» a través de algunos criterios comúnmente acordados. Alguien que tiene una’ buena vida’ no necesariamente la disfruta. El bienestar puede ser visto útilmente tiene tres tipos de significado: un sentido hedónico del disfrute, un sentido subjetivo-evaluador de la satisfacción de la vida (en relación con algunos criterios y aspiraciones personalmente salientes), y un sentido objetivo-evaluador de la bondad según algunos criterios normativos acordados. La parte del «ser» también es interesantemente compleja: no se refiere necesariamente a un cuerpo humano individual y a la psique en el aquí y ahora. El antiguo término griego para el bienestar, eudaimo-nia (que literalmente significa «tener un buen espíritu») y el concepto de karma del sur de Asia (los efectos acumulativos de las acciones sobre el bienestar durante varias vidas), nos recuerdan que la persona cuyo bienestar se evalúa puede tener límites porosos y ser distribuida a través de otras personas, otras especies y otras vidas.