El nombre también se puede escribir como Moctezuma, y fue el noveno emperador azteca de México. Montezuma es particularmente famoso por su enfrentamiento con Hernán Cortés, el conquistador español. Fue el líder del imperio azteca desde 1502 hasta su muerte en el año 1520. Durante este tiempo, el imperio azteca se extendió desde el centro de México hasta lo que es hoy Honduras en América Central.
Montezuma alcanzó el trono azteca como sucesor de su tío Ahuizotl. Durante este tiempo, organizó expediciones militares que ampliaron el alcance de la influencia azteca, sin embargo, también generó resentimiento entre varias tribus de la región, que no estaban dispuestas a pagar los tributos que Moctezuma exigía. Este resentimiento, entre otras circunstancias, fue lo que ayudó a los conquistadores españoles a someter a la tribu azteca.
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No podemos hablar de Montezuma sin referirnos a su profunda creencia en el dios Quetzalcóatl. Los aztecas esperaban el regreso de Quetzalcoatl, un dios de barba blanca que gobernaba el imperio tolteca. Algunos historiadores sugieren que Quetzalcóatl era, de hecho, un vikingo que llegó a México antes que Colón. La leyenda de Quetzalcoatl habla de un dios blanco que trajo consigo el conocimiento del manejo del metal, y al observar el códice azteca, las representaciones pictográficas del dios Quetzalcóatl se asemejan a la imagen de una persona nórdica.
Cuando los españoles llegaron a México y Montezuma se enteraron de que los hombres de barba blanca que llegaban a México por el mar oriental creían erróneamente que el dios Quetzalcóatl había regresado. Hernán Cortés conocía esta creencia y la aprovechó durante su expedición por México.
Cuando Cortés llegó a la ciudad azteca de Tenochtitlan, fue recibido por Montezuma e invitado al palacio del emperador. Cortés, aprovechando la hospitalidad azteca, hizo prisionero a Moctezuma. La sumisión de Moctezuma a los españoles ganó un gran resentimiento entre el pueblo azteca. En las crónicas españolas se dice que cuando intentaba dar un discurso público, fue atacado con piedras y flechas por parte de la multitud. Las heridas causadas por esta situación lo llevaron a su muerte después de tres días. El trono azteca fue pasado a Cuitláhuac, que falleció poco después debido a una epidemia de viruela traída a México por los españoles.
La rebelión azteca obligó a los españoles a salir de Tenochtitlan hacia la región de Tlaxcala, donde firmaron un tratado con los tlaxcaltecas. Estas personas ayudaron a reforzar a las tropas españolas y jugaron un papel importante en la presentación de Tenochtitlan.
