El triunfo del racionalismo científico en Europa Occidental constituyó el telón de fondo de las teorías antropológicas sobre la magia desde mediados del siglo XIX. Los eruditos consideraban cada vez más que sólo el mundo material, tal como se aprehendía a través de los sentidos, era ontológicamente real. Desde este punto de vista, desecharon la magia -el arte de influir en los acontecimientos a través de medios ocultos- como la antítesis misma del racionalismo, y como producto de lo «primitivo» como otra quintaesencia.
En la Cultura Primitiva (1871), el erudito victoriano,«Edward Tylor, describe la magia como’ la ilusión más perniciosa que jamás ha molestado a la humanidad’. Pero Tylor, sin embargo, entendió el atractivo de la magia y postuló que había varias razones para su generalidad y persistencia en las «sociedades primitivas». La magia alberga una conciencia analógica y se asocia con un comportamiento práctico: la lluvia sigue a menudo rituales de lluvia. También hay flexibilidad en el uso de la evidencia para juzgar el éxito, y el fracaso mágico se puede atribuir fácilmente a errores en las recetas, rituales o hechizos, a la ruptura de tabúes especiales, o a las maquinaciones de los magos rivales. Aunque Tylor estaba convencido de que la ciencia se estaba convirtiendo en el modo de pensamiento dominante en la Europa contemporánea, estaba ansioso de que la magia no quedara relegada con seguridad a un pasado primitivo.
Autor: Marco (Anthropology and Practice). Aprende más sobre mi y estate al tanto de mis publicaciones en Instagram.
James Frazer defendió muchas de estas ideas, pero desarrolló una perspectiva evolutiva más explícita. En The Golden Bough (1890), argumenta que el poder engañoso del mago es el primer agente del progreso intelectual y que el pensamiento humano se desarrolla desde la magia hasta la religión y la ciencia. Frazer describe la magia como «ciencia espuria que se esconde detrás del arte bastardo». La magia, como la ciencia, presupone que un acontecimiento natural sigue a otro necesariamente e inevitablemente, y se basa en la fe en el orden y uniformidad de la naturaleza. Pero la magia se basa en ideas equivocadas de causalidad, y exhibe universalmente uno de los dos principios subyacentes: los de imitación o contaminación. La magia «imitativa» (también llamada homeopática) se basa en analogías o percepciones de similitud. Este principio es exhibido por la antigua creencia de que la mirada de un zarapito de piedra curaría la ictericia, la virtud del pájaro acostado en su ojo dorado, que naturalmente, se pensaba, sacaba la ictericia amarilla. La magia «contagiosa» se basa en la suposición de que las cosas que alguna vez estuvieron en contacto siguen actuando unas sobre otras a distancia. Un ejemplo es la práctica de trabajar en recortes del cabello o las uñas de una persona para cambiar su condición. Frazer definió región como la propiciación y conciliación de poderes o deidades superiores a los humanos. Veía el pensamiento religioso como más avanzado que la magia, porque la concepción de los agentes personales es más compleja que el mero reconocimiento de la similitud. Frazer postuló que durante su propia vida, la religión estaba siendo reemplazada por la verdadera ciencia experimental.